Hija de un ama de casa (convertida en sirvienta por su suegra) y un carpintero con ideas de izquierda, Oriana Fallaci nace el 29 de julio de 1929 en Florencia, Italia. Su madre la alienta desde niña a ser constante en la escuela y evitar el destino doméstico en el que ella se veía envuelta. “Según me decían, antes de ir al colegio era muy apacible», contó una vez, “en él me volví dura y agresiva, me convertí en una persona rabiosa cuando descubrí que era mejor que los demás y que ellos eran ricos”, la conciencia de clase había cobrado vida en ella.
Las inclinaciones políticas de su padre la llevan a participar activamente durante la Segunda Guerra Mundial, sin ahorrarle riesgo alguno a los 10 años montada en su bicicleta, Oriana actuaba como correo de la Resistencia antifascista. Su desempeño heroico la cubrió de una aureola de adolescente partisana al final de la conflagración, halo que le granjeó la admiración de la nueva clase dirigente italiana.
Empezó la carrera de Medicina, misma que se pagaba con su trabajo periodístico, la carencia económica la obliga a tomar una decisión y opta por dedicarse de lleno al periodismo. Es así como a los 20 años inicia su carrera periodística, se instala en Milán para trabajar en L’Europeo, medio en el que alcanzaría renombre, mismo que le vale ser enviada a Hollywood como redactora para cubrir Cultura y Alta Sociedad.
En Estados Unidos, la periodista sería reconocida por un estilo particular de ejercer su oficio. En esta época publicó: Los siete pecados capitales de Hollywood (1959), El sexo inútil (1961), Penélope en la guerra (1962), Los antipáticos(recopilación de entrevistas de 1963) y Si el sol muere (1965).
Su éxito en Estados Unidos la convirtió en la corresponsal de guerra más cotizada del momento. Debutó en Vietnam, donde dejó de ser Oriana para convertirse en La Fallaci. Quería cubrir el conflicto a su manera y nada más llegar, firmó un papel donde eximía de toda responsabilidad al ejército estadounidense en caso de fallecer. Pudo dejarlo y vivir de las rentas, del dinero que le reportaban sus libros, “pero no la habían educado así”, aseguró la autora.
Conocida en todo el mundo, forjó su propio personaje. Entrevistó a grandes dirigentes del mundo en las conocidas Fallaci Interview, materia de estudio en las facultades de Periodismo de Estados Unidos.
Después de su trabajo en Vietnam, Fallaci viaja a la Ciudad de México. Cubrió la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas. En su libro Nada y así sea, dejó constancia de la jornada cruenta que viviría junto a los estudiantes:
“Mi primer amigo fue Moisés, que era un ferroviario inscrito en el Politécnico, pequeño, tímido y feo, con una camisa deshilachada y una chaqueta llena de remiendos (…) Mi segundo amigo fue Ángel, que era un estudiante de matemáticas y física, simpatizante de los Beatles y de Mao Tse-Tung, con un rostro triste de Savonarola. Y luego Maribilla, que era una muchacha de 18 años, muy graciosa, si no hubiera sido por el labio leporino que le chupaba la cara, con dos ojuelos dulces y alegres y un gran deseo de vivir. Luego Sócrates, que era un jovenzuelo con bigotes y rasgos de Emiliano Zapata, con el ardor del revolucionario dispuesto a cualquier sacrificio. Y por último, Guevara, que era licenciado en Filosofía, silencioso y duro”.
En su crónica, la autora compara las semejanzas entre dos hechos que parecieran de naturaleza diferente: una guerra entre una potencia y un país periférico (Estados Unidos versus Vietnam), y una revuelta estudiantil “contenida” por el sistema político mexicano mediante dos cuerpos de seguridad, la milicia a través del Batallón Olimpia y la policía.
Su narración es una denuncia sobre el abuso y la violencia del gobierno mexicano en contra de estudiantes desarmados e ignorantes sobre las tácticas de guerra. Con la experiencia de Vietnam a cuestas, equipara la matanza con una guerra, como ella misma califica: “Después viene el otoño con las Olimpiadas en la Ciudad de México, y llegas a aquella matanza, una matanza peor que cualquier matanza que hubiese visto en la guerra”. En esa jornada de represión, la misma Fallaci es herida por balas policiales, su menudo y frágil cuerpo nunca terminó de recuperarse de esas heridas.
“Y de nuevo me apuntó con el revólver a la sien, pero no me importó, ahora ya sabía que debía tener menos miedo de su revólver que del helicóptero que volaba bajo con su ametralladora, mirando dentro del balcón, y cerré los ojos para no ver, me tapé los oídos para no oír, pero vi y oí aquella ráfaga larga, larga, y de pronto sentí un gran dolor, sentí tres cuchillos de fuego que entraban en mí, cortando, quemando, un cuchillo en la espalda y dos en la pierna. Busqué el cuchillo en la espalda y no lo encontré: había sólo una gran hinchazón. Lo busqué en la pierna y tampoco lo encontré: había sólo mucha sangre”.
Sobreviviente del 2 de octubre mexicano fue asignada a cubrir otros conflictos, sin embargo, posterior al reconocimiento alcanzado por su trabajo en Vietnam, continuó con entrevistas —sello distintivo de su obra y estilo— a líderes como Henry Kissinger, Golda Meir, Yasser Arafat, Bob Kennedy, Indira Gandhi, Alí Bhutto, entre otros.
Otras de sus obras fueron: Entrevista con la historia (1974), Carta a un niño que nunca nació (1975), Un hombre(1979), Inshallah (1990).
Retirada de la actividad periodística y de la vida pública en los años noventa, Fallaci se recluyó en su departamento de Manhattan para luchar contra un cáncer de mama. Sin embargo, después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, Fallaci tomaría de nuevo su pluma y escribiría La rabia y el orgullo (2001), La fuerza de la razón y Oriana Fallaci se entrevista a sí misma (2004), textos que revelan una postura dura y controversial sobre el mundo árabe.
Oriana Fallaci pide ser traslada a Florencia donde muere un 15 de septiembre de 2006 a los 77 años de edad, en la más estricta intimidad, como ella lo solicitó. En una ocasión declaró, “me desagrada morir, sí, porque la vida es bella, incluso cuando es fea”.