¡Tantita madre! A la Chingada

Por: Claudia Guzmán

¡Tantita madre, por favorcito! ¿Y si empezamos a usar las palabras para resignificar conceptos y ampliar el lenguaje?

¡A la chingada! Esto no es precisamente una orden por cierto, no en este momento. Ni describe por supuesto, ningún estado de ánimo, es «a la chingada», la frase que quiero comenzar a significar, así que directo, sin escalas, ¡vámonos! A comprender la génesis del término.

¿Quién es la Chingada? «Ante todo, es la madre. No una madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la maternidad, como la Llorona o la ´sufrida madre mexicana´ que festejamos el diez de mayo. La Chingada es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e infamante implícita en el verbo que le da nombre…» Así, con Octavio Paz, en su Laberinto de la soledad retomo la definición a la Chingada. Este virtuosísimo ensayo delinearía no sólo magistralmente la identidad del México de mediados del siglo pasado, sino que se convertiría en el referente que diera rumbo y sentido a la ontología del mexicano.

Pero ya que andamos en estas y que traemos fresquecito que nos hemos acordado de nuestra madre, por el recién 10 de mayo por muchos festejado, quisiera recordarles aquella de la que nadie o pocos se acuerdan: la madre que se encuentra entre las 10 mil 594 mujeres en reclusión. En Ciudad de México mil 269 mujeres están internas en el Centro Femenil de Readaptación Social de Santa Martha Acatitla. De esta población el 80 por ciento es madre y el rango de edad promedio, oscila entre los 22 y 40 años de edad. Ingresan en edad reproductiva y algunas se convierten o refrendan su maternidad en esta condición. Más allá de las razones por las que ingresan, son los efectos secundarios no atendidos los que interesan.

Ellas son inmediatamente abandonadas en su mayoría por su (si es que tienen) pareja, es visitado por sus madres sólo el 56.6 por ciento y el 6 por sus hijos. Su estado no significa que dejen de ser económicamente activas, en prisión deben trabajar para poder seguir sosteniendo raquíticamente a su familia y a ellas mismas, su ingreso es prácticamente insuficiente. Y qué decir de las mujeres que crían a sus hijas o hijos en prisión y son separados a los cinco años 11 meses, edad límite permitida por normatividad, para que permanezcan junto a ellas. Estos infantes nunca han visto un parque, no se han subido a un auto, no conocen una sala de cine, un zoológico, y bueno ya ni mencionar el mar…

En materia jurídica, muchas de ellas no tienen familia que les apoye para dar seguimiento a expedientes, y quedan a la deriva en el sistema penal mexicano.

Así la cosa… hay mucho qué hacer para atender la problemática social que representa este grupo de mujeres, rezagado, que ha sido olvidado y poco atendido por el estado mexicano.

Hay que tener ¡tantita Madre! y voltear a ver a la Chingada, a la olvidada. No se trata de expiarla, subestimarla, exculparla, absolverla del delito. ¡No! Se trata de brindar condiciones para que sea rehabilitada y si bien nos va, algún día reinsertada.

Claudia Guzmán es presidente del Instituto para el Desarrollo Democrático y Competitividad

@ClauGuzG

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